Angelina B. Gradas

Atlixco. Los festejos a San Miguel Arcángel culminaron este viernes, fueron nueve días de rosarios y misas. Pero el fervor mayor se manifesto la noche del 28 de septiembre pues al menos 100 personas llegaron a la punta del cerro de San Miguel para participar de la misa de gallo y cantarle las mañanitas, así como para llevar sus imágenes del santo a bendecir.

Algunos llegaron desde antes de las siete de la tarde con el objetivo de ganar un lugar para estar sentados dentro de la mini capilla que tiene capacidad para por lo menos 40 personas en las bancas más otras 20 o 30 de pie. Cerca de las 10: 30 de la noche la gente empezó a llegar a la cima con más afluencia, para entonces el atrio de la iglesia se empezó a llenar, ya no había sillas, pero la gente se sentaba en el piso con el objetivo de tener un lugar desde donde escuchar la sagrada palabra.

“Cada año venimos con los niños, nuestro bisabuelo y tatarabuelo de nuestros hijos, que se llamaba Miguel, nos lo inculcó desde pequeños, bueno con el veníamos de día, a las misas del 29, pero ahora venimos a la de la noche, porque en verdad que ayuda mucho el clima por la noche para llegar hasta arriba menos cansados. Nos cuesta más cada vez, por la edad, pero no dejamos de venir a agradecer que nos cuide”, comentó Lupita Brito, quien junto con sus tres hijos, hermana, primo y sobrino estuvieron en el lugar.

Fue la llegada de los mariachis el primer momento en que los presentes aplaudieron porque ya era hora de la misa. El mariachi Campirano fue el encargado de musicalizar el acto religioso empezando y terminando la su actuación con las mañanitas.

Al finalizar la ceremonia uno a uno, más de 50, pasaron con flores, rosarios, estampillas, miniatura e imágenes grandes a que los bendijera para después formarse en la fila donde la mayordomía de San Miguel estaba entregando chocolate de leche, te, café, pan de dulce y tamales.

La gran mayoría de ellos tras recibir la cena empezaron el descenso, otros se quedaron a ver el cierre de las puertas de la iglesia que a diferencia de otros años no permitió la adoración durante toda la noche, por lo que ya no hubo más gente que subiera.